La respuesta a la cuestión planteada en el título del artículo de hoy podría darse con una frase, lo cual, evidentemente, sería desastroso para mi futuro como colaborador en SPORT.
Dicha respuesta sería: no jugar con alguien que me echa las culpas de todo lo malo que nos sucede en una pista, que me achaca la culpa de todos nuestros males y que, en la mayoría de las ocasiones, se esfuerza por hacer saber al resto del mundo que la causa de todos nuestros males soy yo. Y además, frecuentemente todo lo anterior hecho con malos modos y gestos de desaprobación evidentes.
Pero, si la situación descrita se sigue produciendo, ¿dónde está el secreto? ¿Por qué ese tipo de jugadores en muchas ocasiones tienen cola para encontrar pareja si tratan así a muchos de sus compañeros? Hay varias razones que pueden llevar a aguantar esa situación. La primera, más evidente, y hasta cierto punto más triste, es que muchos jugadores aguantan porque sacan un beneficio a jugar con un jugador que le falte al respeto. Caso típico: soy capaz de jugar con Pepito porque es muy superior a mí, me hará ganar partidos que con otra pareja no ganaría, y todo eso lo hago a cambio de perder mi dignidad.
El beneficio no siempre tiene que ser deportivo. Hay casos donde se obtienen otras prebendas fuera de la pista. Desde aguantar a tu jefe del trabajo hasta hacer la pelota a alguien que crees que en algún momento te puede ser útil por alguna razón.
Sin embargo, el utilitarismo no es la única causa que nos puede mover a aguantar. Otras razones más loables como la amistad y el cariño también son razones de peso para pasar un mal rato de vez en cuando. Por último, los hay que simplemente son masoquistas. No sienten las agresiones del compañero como tales y hasta se sienten bien.
En cualquier caso, y sea la razón que sea la que pueda mover a un jugador a acompañar a alguien en la pista que le trate de esa forma, debéis ser conscientes de que a vuestras espaldas el resto del grupo de habituales comentará la situación.
En el terreno de los consejos, si alguien decide interpretar el papel de muñeco de los golpes o del pim pam pum, que lo asuma como lo haría el masoquista. En las ocasiones que he visto al humillado intentar rebotarse, la batalla que se ha producido ha llegado a ser incluso desagradable, y generalmente en favor del agresor inicial. No vale la pena. Si no tienes pensado abandonar a una pareja que te falta al respeto, mi consejo es que te humilles definitivamente y pienses en el rendimiento que le vas a sacar a la penitencia.