La imagen que me viene a la cabeza al pensar en Pablo Lima es la de verlo solo en la pista en uno de los descansos del juego, mientras el resto de jugadores apuran los últimos segundos de recuperación, como un animal encerrado a la espera de que le abran la puerta para salir a morder. Pasitos cortos y nerviosos arriba y abajo, a derecha y a izquierda, y siempre colocado cerca de su posición de juego.
Zurdo cerrado, Pablo Lima recuerda a aquel jugador del Real Madrid, Raúl, del que se decía que no era el mejor en ninguna faceta del juego pero estaba cerca en casi todas. Y es cierto, si construyéramos un Frankenstein del Pádel profesional intentando reunir al mejor en cada una de las facetas del juego, quizás Pablo aparecería en pocas, pero en la mayoría estaría cerca del mejor. Pero sin duda alguna Lima aparecería por encima del resto en su obsesión por ganar. Esa cualidad, mucho más apreciable que tal o cual golpe genial, le permite ser mejor jugador visto globalmente que una mera suma de sus capacidades técnicas, tácticas y físicas.
Centrándonos en su juego la faceta que más destaca es la presión constante a la que somete a sus rivales, imprimiendo un ritmo de juego que solamente los mejores jugadores del mundo pueden seguir. Su defensa es, junto con la de Fernando Belasteguín, la mejor del circuito, y no por la cantidad de pelotas que es capaz de devolver, que también, sino por el ritmo que impone en sus devoluciones. Destaca especialmente la velocidad y precisión de su bote pronto de revés a dos manos, un golpe poco ortodoxo pero que Pablo domina a la perfección.
En la zona de volea, donde los jugadores que golpean a dos manos suelen tener serios problemas con la volea de revés, Lima mantiene el nivel. Quizás no sea el jugador más estético pero ningún jugador logra desbordarlo. El remate, a pesar de carecer de la víbora, golpe por otra parte prescindible en el Pádel moderno, también se halla entre los mejores del circuito. La combinación de la bandeja, la pegada paralela y por tres y el remate liftado buscando la valla del rival, sumado a una movilidad y anticipación envidiable, le bastan y le sobran.
En el aspecto físico se repite la situación. Sin ser el más dotado, ni el más alto, ni el más fuerte, consigue que nadie le supere ampliamente (excepción hecha de ese portento físico llamado Maxi Sánchez). Yo no recuerdo haberle visto pinchar en esta faceta nunca. Siempre corre, siempre está ahí. Del primer al último punto.
Personalmente si tuviera que buscar un aspecto de su juego a mejorar sería intentar buscar algo más de variación en sus tiros. Si bien el juego de Lima siempre se basará en ser un martillo pilón para sus rivales, algo más de efecto sorpresa mejoraría sus prestaciones.
Pero sin duda alguna Lima se ganó mi respeto por el trabajo realizado para cambiar su actitud dentro de la pista con su compañero. Hace unos años su gran competitividad y auto exigencia le llevaban a no saber extraer el máximo de sus compañeros, situación totalmente corregida en la actualidad.