Jugadores WPT en labores de promoción.
Varios son los deportes de raqueta que se practican actualmente en nuestro país. Desde el deporte con más solera y tradición, el tenis, al más practicado, nuestro pádel, pasando por deportes con años de historia como el frontón o el squash, o algunos de reciente creación como el bquet o el 360ball que intentan hacerse un hueco siguiendo los pasos del pádel en los últimos años.
Es una realidad que esta serie de deportes tienen una raíz común y entre ellos se establece una relación de cooperación y competencia. Colaboración porque muchos practicantes de un deporte recalan en él tras iniciarse en otro y competencia por la misma razón, por el trasvase de jugadores entre deportes.
Viendo la semana pasada la retransmisión del torneo de tenis de Indian Wells, escuché al gran analista de TVE Tomás Carbonell, como calificaba al pádel de “amenaza para el tenis”. No le falta razón a Tomás si contemplamos los datos de practicantes de uno y otro deporte en la actualidad en España y su evolución en los últimos años. Las ventas de palas triplicaron a las de raquetas de tenis en España el pasado año, el número de pistas y nuevos clubs de pádel se incrementa diariamente y son muchos ya los clubs de tenis que reconvierten pistas de tenis en pistas de pádel.
Sin embargo hay que ser realistas y no dejarse llevar por esos datos. El pádel es de momento una moda, un ídolo con pies de barro, un deporte que tiene que trabajar mucho para consolidarse. El tenis puede aguantar los vaivenes y altibajos que el destino le propone en forma de nuevos deportes de raqueta.
¿Cuál debe de ser la postura de nuestro deporte delante del hecho de tener que competir con otros deportes? ¿Debemos protegernos de deportes emergentes y tratarlos como amenazas? ¿Debemos certificar la visión que algunos tienen de amenaza contra el tenis? Pienso que lo mejor que podemos hacer es seguir mejorando, aprendiendo de deportes que nos llevan muchos años como el tenis y observar lo que hace el resto de deportes por pequeños que sean. Pero definitivamente seguir por nuestro camino, potenciando todo lo bueno que tenemos; la facilidad del juego, lo terriblemente social que es, lo joven y fresco de su funcionamiento, la falta de estructuras ancladas en el pasado, el uso extensivo de las redes sociales o lo relativamente barato que es practicarlo.
No tenemos amenazas, tenemos oportunidades. Oportunidades que debemos aprovechar para asentar el boom de los últimos años y lograr la internacionalización del pádel, único camino para perdurar en el tiempo. El camino a seguir no debe contemplar miedos sino apuestas frescas que consigan atraer a más practicantes en todo el mundo, ofreciendo un gran producto.