Si tuviera que citar a los jugadores que más han contribuido a mi formación como jugador, como entrenador o simplemente los que más me han hecho disfrutar, el número rondaría la veintena. Jugadores ya retirados como Óscar y Joaquín Not, Pablo Semprún, Roby Gattiker, Pali Rovaletti o el mismísimo Ramiro Choya, de vuelta este año al circuito después de unos años retirado de la alta competición, formarían parte de esa selección.
Pero 4 jugadores destacan por encima de todos. Los dos primeros evidentes: Juan Martín Díaz, el genio de nuestro deporte, el hombre de los golpes imposibles, de los reflejos sobrehumanos, un depredador que lleva más de 15 años en lo más alto. Y Fernando Belasteguín, un jugador al que posiblemente citaríamos como el mejor en pocos aspectos del juego (quizás, eso sí, en alguno más de los que pensemos a bote pronto), pero con un vicio tremendo y demoledor: sea quien sea su rival, sea cual sea su forma de juego, sea cual sea la pista y las condiciones climatológicas, él gana.
Quizás os sorprenda el tercer jugador al que citaré, Sanyo Gutiérrez. Ese chico es la principal amenaza para Belasteguín – JMD. El único jugador capaz de jugar realmente al nivel de los mejores. Y con esa combinación de destreza, suavidad y potencia que lo convierten en un placer para la vista.
El cuarto y último jugador es Guillermo Lahoz. Willy es arte puro. Un jugador al que yo he visto ¡Ganar tres puntos seguidos de resto directo jugando contra una pareja top! El único jugador al que se le puede permitir estar por encima de derrotas o victorias, como aquel Quijote al que la realidad poco le importaba a la hora de librar sus batallas. Un jugador que nunca ha entendido lo que significa pasar la pelota al otro lado del campo sin la intención de ganar el punto, porque como gran artista, las obras mediocres no están hechas para él.
Pero Guillermo, así le llaman en casa, piensa en retirarse. Su edad, superados ya los 40, la familia, los negocios y la exigencia del circuito, son una buena excusa para dejarlo.
El pasado jueves tuve la fortuna de presenciar gran parte del partido que enfrentó a Willy y Enric Sanmartí contra Sanyo Gutiérrez y Maxi Sánchez. Si a las referencias anteriores sumáis que fui el entrenador de Enric en sus primeros años de pádel y compañero durante 10 años, entenderéis que para mí era un partido especial. El partido fue increíble, hubo potencia y talento, mucho talento. El nivel de Willy y Enric fue espectacular y solo un punto les separó de la victoria ante una pareja que en el mismo torneo derrotó a Lima – Mieres, la pareja número 2 del mundo sin lugar a dudas y que terminó por alzarse con el título.
Horas después le envié un wapp a Willy donde le pedía que no se retirase. Él en estos momentos tiene que tener dudas. A pesar de los condicionantes de edad y familiares seguro que se sabe competitivo, lo demostró esta misma semana.
Supongo que a María, su mujer, no le hará demasiada gracia este artículo. Espero que me perdone porque sabe que lo escribo desde el cariño y la admiración, pero no me gustaría que Willy, una vez retirado, se quedase con aquel puntito de pensar que habría podido jugar un tiempo más. Y que caray, que estoy seguro que muchos deseamos que siga también por egoísmo, para seguir disfrutando de uno de los mejores jugadores que ha dado nuestro deporte.